viernes, 25 de junio de 2010

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Leé los siguientes fragmentos: “El accidente de Recienvenido” y “El bastón de Recienvenido”, de Macedonio Fernández. Luego continuá la historia utilizando distintas estrategias humorísticas.


El accidente de Recienvenido”,

de Macedonio Fernández


Me di contra la vereda.

¿En defensa propia? indagó el agente.

No, en ofensa propia: yo mismo me he descargado la vereda en la frente.

La comisa de la vereda apuntó un reportero le cayó sobre el rostro a nivel de la tercera circunvolución izquierda, asiento de la palabra...

Y del periodismo insinuó el accidentado.

Que ha recobrado en este momento. Y sigue redactando el periodista: El artesonado de la acera...

No se culpe a nadie, propongo... No, eso es para suicidarse.

De mi pronta mejoría, quería decir. Ruego al señor reportero que figure algo en la noticia de "decúbito dorsal".

No hay necesidad: los operarios tipógrafos lo ponen siempre. O si no, ponen: "base del cráneo".

¿Se me dirá si me puedo levantar sin deslucir la noticia de un suicidio?

¿Iban mal sus negocios?

Nada de eso: la única dificultad ha sido el cordón de la vereda. ¿Puedo anotar oposición de familia a su noviazgo?

Otro insiste en que había mediado agresión y le ruega aclare si se interponía "un viejo resentimiento".
Alguien, un desconocido desde mucho tiempo atrás para usted, avanzó resueltamente y desenfundando un cordón de la vereda ColtBrowing se lo disparó.

En fin, Recienvenido empieza a sulfurarse y los increpa:

¡Yo estaba aquí antes que ustedes y mis informes son más anticipados! Voy a darles un resumen publicable:

"Yo caí. Fui derribado por el golpe de la orilla de la vereda; sin embargo, no necesitaba ya serlo, pues mi cabeza salió a recibir el golpe yéndose al suelo. Caí; fue en ese momento que me encontré en el suelo. Ninguna persona había”.

¡Estaba yo! Y yo.

Y yo, dicen los reporteros. (…)





“El bastón de Recienvenido”
de Macedonio Fernández

Desde que dejé olvidado mi perro, colgado
de una percha del vestíbulo o metido en el paragüero de una casa que visitaba, decidí reemplazarlo por una ornato-compañía más inseparable, pues personas de mucho éxito en la retención de sus varitas garantíanme no recordar caso alguno de olvidado bastón, aparte de otros inconvenientes que no se promueven entre bastones en los vestíbulos y sí entre perros.
Tan positivos aserto me extrañaba. Simplifiqué rápidamente la situación mental para llegar a la verdad: olvidado de comprar bastón, olvidado de este mismo bastón y olvidado de haberlo olvidado, porque la memoria de olvidar no hace distingos y el que olvida un bastón sería contradictorio que recordara haberlo olvidado y haberlo poseído.
Supongamos que yo (adoptemos la hipótesis en primera persona) he perdido un bastón. Si usted por ejemplo (adopte usted la hipótesis: es justo que usted también sea obsequiado con supuestos) presumimos que es mezclado con el pavimento que le he brindado. Mientras espero que se la pruebe, lector, para ganar tiempo me ocuparé otra cosa por ejemplo de…
(…)


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